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domingo, 3 de marzo de 2019

Meditaciones sobre la experiencia psicodélica




“Eyes spiritualised by death can judge.”

Yeats



Después de algunos de sus experimentos con mescalina, el poeta Henri Michaux hace una recomendación que resulta valiosa para aquellos que se enfrentan a la experiencia psicodélica: “La autoentrega es el secreto para atravesar lo enloquecedor.” 

Existe un umbral en la experiencia psicodélica en el cual las últimas estructuras imaginarias y simbólicas que constituyen nuestra percepción de lo que llamamos realidad se terminan por derrumbar, entonces uno se encuentra sumergido en el desdoblamiento hacia el inconsciente con casi nada a que asirse. Encontrarse abismado en lo que Lacan llamó inconsciente a cielo abierto es para muchos el horror de lo enloquecedor. Kierkegaard llamó enfermedad mortal a una desesperación de no poder morir, quién desespera no puede morir, por lo que vive la muerte eternamente sin poder pasar hacia un más allá de ella, la enfermedad mortal es lo enloquecedor. Son bien conocidas, en la experiencia psicodélica, la sensación de estar atrapado en un bucle temporal infinito, el no-tiempo, que se experimenta como el puro temor a la locura del inconsciente atemporal. La autoentrega es lo contrario a la desesperación: es la humildad de la finitud, de la aceptación de encontrarse a sí mismo “en el absoluto desgarramiento del espíritu” (Simone Weil: el único camino posible hacia la Verdad), la aprehensión de la muerte –el desvanecerse del instante: una entrega total a la Nada abismal; que resulta siempre más difícil cuanto mayores sea nuestros apegos imaginarios y simbólicos, cuanto mayor sea nuestra desesperación. Walter Benjamin lo puso así: "la muerte está entre mí y la embriaguez, …y un camino nevado más allá de la embriaguez; ese camino es la muerte."


Hegel en la Fenomenología...
"Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento."

Desde tiempos de los Misterios Eleusinos, el fenómeno principal de todo el ritual para el sujeto que asistía era el de experimentar una muerte y renacimiento psicológico típico de los estadios más altos de los psicodélicos, una experiencia mística. No sólo Platón decía que los hierofantes (los sacerdotes que preparaban la bebida enteogénica y dirigían laliturgia) eran los verdaderos filósofos. También en varias ocasiones en palabras de Sócrates escribe que la finalidad  del filósofo es "aprender a morir" y en sus escritos se encuentran numerosas menciones a la experiencia de muerte que se veía en Eleusis. La tradición filósofo/hierofante platónica continuó hasta los neoplatónicos, los cuales la mayoría con gran entusiasmo se dedicaron a desentrañar la "experiencia" (y al menos Plotino, a tratar de escribirla), que era la experiencia de lo Uno, la experiencia del Ser/Nada. La gran mayoría de ellos tuvo el cargo de hierofante en los últimos días de existencia de los misterios, antes del advenimiento del cristianismo.

Con Heidegger es con quien regresamos a la filosofía hierofante pre-socrática: a la temporalidad del Ser. Uno no puede negar que la experiencia psicodélica, en su "desgarramiento" y "destrucción" de todo el sistema simbólico e imaginario del sujeto motiva el pensar la pregunta por la Verdad del Ser. A través de la experiencia de muerte/renacimiento psicológico por la vía farmacológica se puede llegar a la posición de asumir el "ser-para-la-muerte" heideggeriano: después de la experiencia el "ser ahí" se vincula heroicamente con su finitud y la asume, dejar de entender el serl-en-el-mundo como un accidente exterior, para verlo como aquello que viene desde su interior.


Mario Manjarrez, 2018