AD

jueves, 8 de diciembre de 2016

La primera experiencia con DMT de Dennis McKenna


La primera vez que usé DMT no fue en Berkeley. Había hecho caso al consejo de Terence de comenzar con psicodélicos más suaves. Lo fumé cuando visité Hubbard Creek en donde hicimos algunos “bioensayos” por primera vez. Fue todo lo que me habían prometido y más que eso. En la segunda fumada, luché para mantener el humo de sabor horrible en mis pulmones mientras veía disolverse toda la realidad frente a mis ojos en millones de brillantes joyas fractales transformándose y retorciéndose como medusas iridiscentes mientras un sonido burbujeante, parecido al de un celofán rasgándose se rompía en fragmentos que resonaban en todo mi ser; había una sensación de desfragmentación, uno sentía estar cayéndose hacia adelante -cada vez más rápido- en una especie de túnel retorcido forrado con joyas brillantes, una montaña rusa supersónica precipitándose hacia los intestinos de Dios. El término “viaje” es un cliché que se le ha dado a la experiencia psicodélica pero en el caso del DMT es muy adecuado. Hubo definitivamente una sensación de movimiento y de haber cruzado un umbral de algún tipo, de haberse asomado por un breve momento a una dimensión paralela en donde existían las cosas más asombrosas imaginables en una frenética atmósfera circense de éxtasis hilarante. Parecía como si esta dimensión hubiera estado siempre ahí, a sólo una fumada de distancia, y estas cosas, estas entidades, estaban por ahí brincando y vitoreando, “qué alegría verte, qué alegría conocerte, gusanillo, bienvenido a nuestro mundo, ¿te unes a la diversión?” El último de los aventones carnavalescos: sube abordo y nos iremos lejos. Richard lo describió como quedarse a la deriva sobre una balsa enjoyada en un océano de electricidad. Pienso que es una descripción preciosa, igual de precisa pero diferente.
…la experiencia es inherentemente inefable; no puede describirse con el lenguaje ordinario, es translingüistica. Cuando los efectos pasan… hay un impulso casi irresistible de tratar de describir la experiencia. Esto comienza casi inmediatamente después del viaje, como si la verbalización fuera un reflejo protector. El DMT es más de lo que la mente puede manejar;  la experiencia es abrumadora, de una desnudez cruda; nos sentimos obligados a intentar de recuperarla en algún tipo de cajón lingüístico y sin embargo, hacerlo es menoscabar la experiencia. Toda descripción, incluso aquellas tan elegantes de Terence, se quedan cortas a lo que es la experiencia real.


De The Brotherhood Of The Screaming Abyss, Dennis McKenna, 2012.


Traducción: M. Manjarrez, Ilustración Farmacológica

viernes, 23 de septiembre de 2016

Difenidina

Difenidina (1-(1,2-difeniletil)piperidina)





La difenidina pertenece a una clase de moléculas orgánicas que comparten una misma estructura química principal: 1,2-diariletilamina. En esta clase de moléculas se encuentran algunas de ellas muy conocidas como lanicemina y lefetamina, por ejemplo, y que son utilizadas para un amplio rango de áreas terapéuticas incluyendo su uso como antidepresivo, antiepiléptico, analgésico, y neuroprotector. Aunque la difenidina fue sintetizada por primera vez en 1924 nunca se utilizó en el área clínica y no existen documentos que demuestran su uso previo en humanos. Fue hasta el año 2013 cuando apareció en el mercado de drogas de diseño, junto a su análogo 2-metoxi-difenidina, como una alternativa a las arilciclohexilaminas (análogos de la ketamina y la fenciclidina que habían aparecido a la venta un año antes) prohibidas en Inglaterra ese mismo año. La difenidina y su análogo MXP aparecieron en este mercado de drogas de diseño por sus efectos disociativos, efectos subjetivos similares a los de la ketamina y el PCP.
En un estudio hecho in vitro realizado a principios del 2016 se demostró que la difenidina actúa como inhibidor de la recaptación de la dopamina y la norepinefrina, además de ser un antagonista selectivo de los receptores NMDA. Es esta última acción la principal responsable de sus efectos subjetivos.
En cuanto a su uso recreativo, las dosis medias suelen ser de 80mg por vía oral, arriba de 100mg aumenta sus propiedades anestésicas. Se desaconseja la vía nasal debido al ardor que provoca. La difenidina afecta menos que otros disociativos la actividad motora en dosis bajas, por lo que usuarios han reportado que es común poder estar de pie o haciendo otra actividad mientras se está bajo sus efectos, sin embargo, es desaconsejable. La difenidina también es consumida por vía intramuscular con dosis a partir de los 20mg y por vía intravenosa con dosis que comienzan desde los 10mg. Los efectos suelen durar de 4-5 horas por vía oral y 1-2 horas por vía intramuscular o intravenosa. Cuando se es inyectada por vía intramuscular, los efectos suelen comenzar pasados los 15 minutos, y lo mismo ocurre cuando es utilizada por vía intravenosa, en ocasiones minutos antes.
Con la difenidina a dosis medias/bajas (0.4 mg/kg vía IM) están ausentes los efectos visuales a ojos abiertos y cerrados, si acaso, se percibe una ligera diplopía, que no tarda en desaparecer. Después de cada aplicación y mientras los primeros efectos comienzan a notarse, hay una euforia muy particular que se extienda durante una hora y se reduce gradualmente en las siguientes dos y un poco más. La euforia viene acompañada de un potente efecto antidepresivo que recuerda un poco aquel de las anfetaminas. También provoca una ligera empatía, muy reflexiva: viejas o nuevas preocupaciones salen a flote y pueden discutirse, se analizan de tal modo -siempre con esa actitud provechosa- que casi se vuelven fáciles de resolver, sin que por esto se les reste importancia. Durante todo este tiempo uno puede sentir una embriaguez característica de otros disociativos como las arilciclohexilaminas, aquella que no abruma ni tampoco amodorra en demasía. Cuando parece que los efectos han desaparecido, uno tiene la sensación de haber concluido una sesión enteogénica de dosis altas, por ejemplo, una con tres gramos de hongos psilocibios secos. Hay fatiga mental, sobre todo emocional, pero también ese sentimiento de renovación e integración. Se siente como si se hubiese llegado satisfactoriamente a la meta de alguna empresa iniciada tiempo atrás. A los días siguientes y, en ocasiones, durante toda la semana, uno puede seguir reflexionando sobre la sesión.

Se han reportado muchos episodios de amnesia en dosis altas. Quisiera destacar sus efectos a las dosis medias aquí presentadas como una posible gran herramienta del tipo psicoanalítica.

Algunas experiencias subjetivas y valoraciones de difenidina:

“Sentía que estaba en una ausencia de la realidad, más que en una realidad alterna, un agujero negro de los sentidos, un estado zen.”

“Si tuviera que catalogarla entre recreativa y terapéutica, lo haría en la segunda; tiene euforia, estimulación, a menudo se tienen experiencias abrumadoras, impresionantes y místicas,  lo más interesante puede ser al final de la experiencia: bienestar, buen ánimo, felicidad y empatía.”

“Aleister  Crowley adoraría esta droga, es el pináculo de los juegos mentales.”

“De pronto estaba en este mundo metálico-luminoso, era el laboratorio del universo y todo era amor y calidez.”



“Perdí todo contacto con el mundo real después de una dosis alta, sentía que moría y no podía hacer nada al respecto, no recuerdo gran parte de la experiencia y sentí gran malestar corporal y ansiedad durante todo el día siguiente”



Difenidina

Difenidina (1-(1,2-difeniletil)piperidina)





La difenidina pertenece a una clase de moléculas orgánicas que comparten una misma estructura química principal: 1,2-diariletilamina. En esta clase de moléculas se encuentran algunas de ellas muy conocidas como lanicemina y lefetamina, por ejemplo, y que son utilizadas para un amplio rango de áreas terapéuticas incluyendo su uso como antidepresivo, antiepiléptico, analgésico, y neuroprotector. Aunque la difenidina fue sintetizada por primera vez en 1924 nunca se utilizó en el área clínica y no existen documentos que demuestran su uso previo en humanos. Fue hasta el año 2013 cuando apareció en el mercado de drogas de diseño, junto a su análogo 2-metoxi-difenidina, como una alternativa a las arilciclohexilaminas (análogos de la ketamina y la fenciclidina que habían aparecido a la venta un año antes) prohibidas en Inglaterra ese mismo año. La difenidina y su análogo MXP aparecieron en este mercado de drogas de diseño por sus efectos disociativos, efectos subjetivos similares a los de la ketamina y el PCP.
En un estudio hecho in vitro realizado a principios del 2016 se demostró que la difenidina actúa como inhibidor de la recaptación de la dopamina y la norepinefrina, además de ser un antagonista selectivo de los receptores NMDA. Es esta última acción la principal responsable de sus efectos subjetivos.
En cuanto a su uso recreativo, las dosis medias suelen ser de 80mg por vía oral, arriba de 100mg aumenta sus propiedades anestésicas. Se desaconseja la vía nasal debido al ardor que provoca. La difenidina afecta menos que otros disociativos la actividad motora en dosis bajas, por lo que usuarios han reportado que es común poder estar de pie o haciendo otra actividad mientras se está bajo sus efectos, sin embargo, es desaconsejable. La difenidina también es consumida por vía intramuscular con dosis a partir de los 20mg y por vía intravenosa con dosis que comienzan desde los 10mg. Los efectos suelen durar de 4-5 horas por vía oral y 1-2 horas por vía intramuscular o intravenosa. Cuando se es inyectada por vía intramuscular, los efectos suelen comenzar pasados los 15 minutos, y lo mismo ocurre cuando es utilizada por vía intravenosa, en ocasiones minutos antes.
Con la difenidina a dosis medias/bajas (0.4 mg/kg vía IM) están ausentes los efectos visuales a ojos abiertos y cerrados, si acaso, se percibe una ligera diplopía, que no tarda en desaparecer. Después de cada aplicación y mientras los primeros efectos comienzan a notarse, hay una euforia muy particular que se extienda durante una hora y se reduce gradualmente en las siguientes dos y un poco más. La euforia viene acompañada de un potente efecto antidepresivo que recuerda un poco aquel de las anfetaminas. También provoca una ligera empatía, muy reflexiva: viejas o nuevas preocupaciones salen a flote y pueden discutirse, se analizan de tal modo -siempre con esa actitud provechosa- que casi se vuelven fáciles de resolver, sin que por esto se les reste importancia. Durante todo este tiempo uno puede sentir una embriaguez característica de otros disociativos como las arilciclohexilaminas, aquella que no abruma ni tampoco amodorra en demasía. Cuando parece que los efectos han desaparecido, uno tiene la sensación de haber concluido una sesión enteogénica de dosis altas, por ejemplo, una con tres gramos de hongos psilocibios secos. Hay fatiga mental, sobre todo emocional, pero también ese sentimiento de renovación e integración. Se siente como si se hubiese llegado satisfactoriamente a la meta de alguna empresa iniciada tiempo atrás. A los días siguientes y, en ocasiones, durante toda la semana, uno puede seguir reflexionando sobre la sesión.

Se han reportado muchos episodios de amnesia en dosis altas. Quisiera destacar sus efectos a las dosis medias aquí presentadas como una posible gran herramienta del tipo psicoanalítica.

Algunas experiencias subjetivas y valoraciones de difenidina:

“Sentía que estaba en una ausencia de la realidad, más que en una realidad alterna, un agujero negro de los sentidos, un estado zen.”

“Si tuviera que catalogarla entre recreativa y terapéutica, lo haría en la segunda; tiene euforia, estimulación, a menudo se tienen experiencias abrumadoras, impresionantes y místicas,  lo más interesante puede ser al final de la experiencia: bienestar, buen ánimo, felicidad y empatía.”

“Aleister  Crowley adoraría esta droga, es el pináculo de los juegos mentales.”

“De pronto estaba en este mundo metálico-luminoso, era el laboratorio del universo y todo era amor y calidez.”



“Perdí todo contacto con el mundo real después de una dosis alta, sentía que moría y no podía hacer nada al respecto, no recuerdo gran parte de la experiencia y sentí gran malestar corporal y ansiedad durante todo el día siguiente”



sábado, 16 de julio de 2016

Sobre el descubrimiento de los efectos psicoactivos de la MDA

La MDA (3,4-metilendioxifenilosopropilamina) fue sintetizada por primera vez por los químicos alemanes G. Mannish y W. Jacobson en 1910. Pero fue hasta 1939 el año en que se realizaron estudios con animales, cuando el equipo de Gunn, Gurd y Sachs se interesaron en la sustancia mientras realizaban una investigación sobre adrenalina. Dos años más tarde, otro equipo de investigación -Loman, Myerson y Myerson- se interesó al teorizar que este compuesto podría ayudar en la enfermedad de Parkinson, pero abandonaron el proyecto cuando la única paciente examinada mostró rigidez muscular. También en esta ocasión, la MDA fue rechazada como posible agente de reducción de peso y como anti-depresivo por Smith, Klein y French Co., por presentar efectos no deseados que interferían con las rutinas diarias de los pacientes.
Más tarde, a mediados de los cincuenta, Gordon Alles, investigador de la UCLA y que había descubierto la anfetamina en 1927, comenzó a interesarse en la MDA y en una sustancia análoga por sus similitudes a la efedrina, la droga estándar para las pruebas de estimulación sobre el sistema nervioso central durante los 1930s y 1940s. Peter Stafford, en su Psychedelics Encyclopedia describe los detalles de la investigación de Alles con el MDA:

   Alles decidió que realizaría un tipo de prueba a la cual llamaba "double-conscious" para estas sustancias  -que significa que la sintetizaría, pesaría y tomaría él mismo para así comparar sus efectos con aquellos que ya conocía causaban la efedrina sobre él. "Estaba muy bien calibrado" escribió luego, "con dosis de efedrina de 50 mg y con dosis similares de anfetamina."
   Después de realizar pruebas con perros, que indicaban que estos dos compuestos eran de un tercio a un medio igual de activos que la mescalina y la anfetamina en sus efectos periféricos, Alles consumió 36 mg de MDA. Durante las siguientes dos horas, no notó ningún efecto físico ni mental. Entonces tomó 90 mg adicionales. 
   Pasados unos minutos,  él se dio cuenta que "se aproximaban notables efectos subjetivos." Los músculos del cuello se pusieron notablemente tensos, y apretaba fuertemente sus mandíbulas. Transpiraba mucho y notó una disminución en su ritmo respiratorio. Sus pupilas se encontraban "marcadamente dilatadas... Nunca había visto tanta dilatación de pupilas ni en animales ni en humanos antes."
  Cerca de los 45 minutos después de la segunda dosis, anillos de humo llenaron el lugar, moviéndose a cámara lenta a su alrededor. En un cuarto cerrado del sexto piso de una universidad, "no había ninguna posible fuente de anillos de humo." 
     "Todavía se observaban una gran cantidad de anillos de humo en el ambiente. Visualmente, estos parecían completamente reales; y parecía innecesario hacer pruebas porque estaba seguro que la fuente de este fenómeno visual no podría ser externo. Cuando concentraba mi atención a los detalles de las formas grises curveadas tratando de ver como les afectaba al pasar un dedo a través de estas, se derretían y desaparecían, Después, cuando volvía a relajarme, los anillos de humo volvían."
    Discutiendo sobre estos anillos de humo más tarde, Alles comentó, "Estaba tan seguro de que se encontraban ahí como lo estoy ahora de que mi cabeza está sobre mi cuerpo." Estos efectos visuales solamente fueron la introducción a lo que le esperaba.
   Viendo sus "ojos casi completamente negros", había sentido momentáneamente un poco de miedo, pero momentos después "una sensación general de bienestar" lo invadió, acompañada de un cambio en su conciencia de la percepción del lugar.
    
"Cuando me encontraba muy relajado, mi pensamiento se volvió introspectivo. Tuve conciencia de mi cuerpo y su total funcionamiento, por un momento la realidad del lugar de observación parecía claramente transpuesta fuera del cuerpo y en un lugar arriba y hacia atrás. Me vi obligado a voltear mi cabeza muchas veces y mirar a la esquina superior del cuarto preguntándome cuál parte de mi podía estar allá arriba y observando la situación subjetivamente. Observé este fenómeno desde donde estaba sentado."
    Alles relató esta experiencia en una conferencia en 1957 de la Fundación Josiah Macy Jr. En 1959, fue publicada como parte de los preparativos para la conferencia Neuropharmacology: Transactions of the 4th Conference (editada por Harold Abramson).

    A mediados de los sesentas, la MDA empezó a aparecer en la subcultura -conocida como "the love Drug" o "the Mellow Drug of America." Por esto fue puesta en la Fracción I de la legislación de la Comprehensive Drug Abuse en 1970.

La MDA es en realidad dos drogas distintas. Cada una es la imagen especular de la otra, y son clasificadas por la dirección en cual reflejan la luz. La versión dextro, o lado derecho, y la forma levo, o lado izquierdo, cada una de ellas tiene efectos únicos pero a menudo son mezcladas en una proporción del 50% llamada MDA racémica. 

Estudios clínicos llevados a cabo por Alexander Shulgin han demostrado que el isomero levo de la MDA posee propiedades similares a aquellas que ocurren con el uso de la mezcla racémica, en cambio, el isomero dextro no posee exactamente las mismas propiedades, este isomero ha sido categorizado como "más benigna y pacífica" por Shulgin cuando se compara con la MDA racémica o el isomero levo. 

Las dosificaciones farmacológicas equivalentes para las primeras tres formas son: 70 mg, para la levo, 125 mg para la mezcla racémica y 225 mg para la dextro. Está claro que el isomero levo es responsable de la mayor parte de la actividad en la mezcla racémica.





jueves, 14 de julio de 2016

Análogos estructurales de psilocina y psilocibina

Triptaminas de cuarta posición


En 1958, Albert Hofmann aisló dos sustancias activas de una muestra de 100 gramos de hongos Psilocybe Mexicana secos que habían sido cultivados en un laboratorio en Francia por el micólogo Roger Heim. Hofmann llamó a estas dos sustancias psilocina (4-hidroxi-N, N-dimetiltriptamina) y psilocibina (a la que se le añade un grupo fosfato,  4-fosforiloxi-N, N-dimetiltriptamina). 
Psilocina:
Psilocibina:

Existen otros dos derivados conocidos de la psilocibina encontrados en pequeñas cantidades en algunos hongos, la beocistina (el derivado N-demetilado de la psilocibina) y la norbeocistina (el derivado N-demetilado de la beocistina).  Ambos fueron aislados por primera vez de los hongos Psilocybe baeocystisy también se encontraron en Psilocybe semilanceata, Panaeolus renenosus, Panaeolus subbalteaus Copelandia chlorocystys. Fueron sintetizados por primera vez en 1959 por F. Troxler.  Existe un reporte hecho por Jochen Gartz con 4mg y con 10mg de beocistina donde se encontró que sus efectos en el humano eran similares a los de la psilocibina.

Beocistina:
 Norbeocistina:

Hofmann sintetizó muchos análogos de la psilocibina incluyendo 4-PO-DET (4-fosforiloxi-N, N-dietiltriptamina, el análogo dietilo de la psilocibina a la que Hofmann catalogó como CEY-19) también llamada Etocibina y 4-HO-DET (4-hidroxi-N, N-dietiltriptamina, el análogo dietilo de la psilocina a la que Hofmann catalogó como CZ-74) también llamada Etocina. Con ambos se hicieron pruebas en humanos y se diferencian solamente en la corta duración de sus efectos (de 2-4 horas) a los de la psilocibina y psilocina (de 4-6 horas).
                  Etocina:
                                         Etocibina:

Son las triptaminas en la cuarta posición posiblemente los mejores psicodélicos en la familia de las triptaminas. Hay otros análogos conocidos en la literatura científica que se han reportados como activos oralmente y con efectos psicodélicos similares a la psilocina, como el 4-SH-DMT (el análogo sulfuro con un reemplazo benzotienilo también sintetizado por primera vez por Hofmann), 4-HO-MET (4-hidroxi-N-metil-N-etiltriptamina, también conocida como Metocina), 4-HO-DBT (4-hidroxi-N,N-dibutiltriptamina) y 4-HO-DSBT (4-hidroxi-N, N-di-sec-butiltriptamina).

Metocina:4-HO-DBT:



 4-HO-DSBT:
La 4-HO-MiPT (4-hidroxi-N-metil-N-isopropiltriptamina) también conocida como Miprocina fue sintetizada por primera vez por Alexander Shulgin y aparece en su libro TIHKAL (Triptaminas que he conocido y amado, en castellano) publicado en 1997. La Miprocina así como otras triptaminas análogas estructurales de la psilocibina que aparecen en el libro de Shulgin, han sido sintetizadas en la última década por laboratorios clandestinos para ser distribuidos como RC (Research Chemical, Drogas de Diseño en castellano). En TIHKAL, Shulgin reporta los efectos de la Miprocina similares a los de la psilocina.  La 4-HO-DiPT (4-hidroxi-N, N-diisopropiltriptamina) también conocida como Iprocina es un análogo de la psilocina también sintetizado por Shulgin y comúnmente disponible en catálogos del mercado de RCs. Shulgin dice sobre la Iprocina: “dudo que exista otra droga psicodélica que pueda compararse a esta por su rapidez, intensidad, brevedad y sensibilidad a la dosis, al menos alguna droga que sea activa oralmente.”  Pude comprobar lo que dice Shulgin a mediados del dos mil siete cuando llegó a mi correo medio gramo de Iprocina desde China. Para entonces tenía experiencia con análogos estructurales de la psilocina como la Miprocina y Psilocetina. La dosis activa oralmente se asemeja a todos los análogos de la psilocina (incluyendo la psilocina misma y la psilocibina) y ronda los 15-20mg. Su duración es corta, entre 2-4 horas pudiendo alargarse en dosis mayores. Se podría decir que la Iprocina es similar a sus análogos pero precisamente como dice Shulgin, con mayor rapidez, intensidad, y brevedad. La primera prueba fue por vía oral, con 20mg, los primeros efectos comenzaron a ser notables hacia la hora y media (algo poco común en estas triptaminas que suelen mostrar sus primeros efectos a pocos minutos después de la primera media hora después de la ingesta), inmediatamente después los efectos se intensificaron con rapidez y se mantuvieron así por un poco más de media hora para después disminuir  poco a poco en la siguiente media hora hasta regresar a nivel normal de conciencia para la tercera hora después de la ingesta.
Miprocina:
Iprocina:
La 4-AcO-DMT (4-acetoxi-dimetiltriptamina, el análogo acetilizado de la psilocina) también conocido como Psilocetina es otro más de los análogos patentados por Sandoz en 1963, aunque éste como mucho otros no fueron estudiados con detenimiento. Recientemente (en los primeros años del dos mil, después de que David Nichols sugiriera que podría ser una alternativa más fácil de sintetizar y más estable a la psilocibina) apareció en los catálogos de los laboratorios que distribuyen RCs y desde entonces se ha explorado extraoficialmente por usuarios de enteógenos de todo el mundo.
Se ha teorizado que la psilocibina se metaboliza rápidamente en el cuerpo desfosforilizandola en psilocina. Sobre esto Alexander Shulgin en la entrada para 4-HO-DET en TIHKAL apunta:
“En el tema de la psilocina y psilocibina, una de las preguntas más frecuentes que me hago es ¿Es cierto que la psilocibina es inmediatamente convertida en psilocina en la corriente sanguínea, siendo así las dos sustancias esencialmente idénticas, molécula por molécula? En este momento siempre reprimo una breve sensación de fragmentación mental con la respuesta automática: ¿Dónde está la evidencia de que la psilocibina es convertida en psilocina en el hombre? Si en efecto existe, yo no la conozco. Esto limpia mi conciencia. Realmente no conozco la respuesta. Pero tengo una fuerte sospecha de que así sucede. Cualquier ester, ya sea el fosfato, el sulfato, o el acetato, pueden ser fácilmente convertidos al indol arquetípico por las esterasas ubicuas en el cuerpo.  De hecho, lo creo, en mi interior, que todas ellas actúan en el cerebro con el mismo producto final, psilocina.”
Lo mismo podría decirse de la Psilocetina, sin embargo numerosos reportes indican que los efectos no suelen ser totalmente idénticos a los de psilocina, como sucede con otros análogos que también podrían metabolizarse en psilocina. Se ha notado que los esteres 4-acetoxi (4-AcO-DMT, 4-AcO-DET, 4-AcO-DiPT, 4-AcO-MET, 4-AcO-MiPT, entre otros) suelen ser en sus efectos más suaves, ligeramente menos potentes y de una duración menor a la de los esteres 4-hidroxi. Se ha notado también que con los esteres 4-acetoxi se siente menos nausea (o ninguna), que sus efectos pueden ser más eufóricos y más coloridos. También las moléculas 4-acetoxi son más estables al contacto con el aire. Probé por primera vez la Psilocetina en dos mil seis y desde entonces se ha convertido en uno de mis psicodélicos favoritos. Su corta duración por vía oral es una cualidad que se agradece, su gentil efecto psicodélico la hace perfecta para principiantes y también para posibles usos en psicoterapia. La Psilocetina sigue siendo una favorita desde su popularización y se encuentra disponible con regularidad en los mercados de drogas en línea.
Psilocetina:
Aunque la psilocibina y psilocina no se encuentran comúnmente en los listados de los distribuidores de RCs, pueden ser extraídos de diferentes hongos que las contienen (cerca de 200 especies).  Shulgin cita un estudio de dos científicos checoslovacos (Kysilka, R. and Wurst, M., Planta Med. Vol. 56 pp. 327-328, 1990) donde se muestran diferentes pruebas de extracción de psilocibina y psilocina utilizando etanol y metanol como solventes, cada prueba conteniendo diferentes proporciones de agua junto a los solventes.  La psilocibina es poco soluble en metanol hirviendo y casi insoluble en etanol hirviendo. Con ambos solventes, mientras menos agua sea usada, mejor. La psilocibina es soluble en agua hirviendo, desde donde puede ser cristalizada. La óptima extracción de la psilocina se da con 70% de concentración de etanol.  Con metanol su extracción es altamente deficiente.

Mario Manjarrez

sábado, 2 de julio de 2016

Claudio Naranjo sobre el MDMA

¿Cómo se puede comparar el MDMA con el MDA y el MMDA?

Primero, el MDMA es de duración más corta que las otras dos sustancias. El MDA dura entre 8 a 12 horas y el MMDA un poco menos pero el MDMA tiene una duración de solamente 3 a 4 horas. El MDMA puede traer recuerdos reprimidos de la niñez al igual que el MDA. También se parece a éste en la estimulación verbal que provoca, de hecho, es aún más estimulante que el MDA en incrementar la fluidez verbal. Además, en el pico de la experiencia se suele sentir mucha euforia a diferencia de "la calidez y serenidad" que provoca el MMDA.



Cuando Shulgin realizó una investigación en 1976 sobre los efectos del MDMA en humanos, Naranjo fue el psicólogo del equipo de investigadores. Esto escribió para la revista New York:

"El efecto del MDMA fue muy diferente al del MDA. El MDMA no es alucinógena y parece también menos tóxica que el MDA. Cuando se administra en dosis bajas hay muy pocos efectos secundarios, en ocasiones ninguno, como ligera tensión mandibular y algo de náuseas que suelen pasar en la primera media hora después de sentir los primeros efectos. El efecto psicológico fue completamente diferente a cualquier otra droga empatógena, fue como un corto y fugaz momento de cordura."

miércoles, 1 de junio de 2016

El DMT en la literatura mexicana.

"Pero puta qué chingón el DMT. Es un puto polvo que se espolvorea en un charro de mortadela. Pero con tres toques ya estás como en la parte más alta de un viaje: cinco minutos así y luego veinticinco minutos bajando despacito. Media horeja de efecto, le dicen el coffeebreak trip. Así es que imagínense quemar DMT en viaje. O darse más de cuatro tocadores, sin viaje. Ah pues un gabacho que se llama Bernie me contó que él una vez se dio como siete u ocho trises de DMT, no, más: se quemó un charro entero de DMT. Le tenían que sostener el cigarro y luego la bacha en la boca porque él ya no podía ni alzar la mano. Bueno, pues cámara con Bernie, que empieza a ver un una especie de túnel interminable. Por ahí empezó a camellear hasta que llegó a una puta sala donde estaban siete culeros con barbas y túnicas negras y con el aire más azotador del mundo. Se le quedaron viendo y le dijeron con que eres tú el huevón que anda experimentando con el ácido y la chingodelia, ¿no?, pues ya llegasta hasta dónde esperabas llegar. Y te vamos a aventar este otro patadín, matador: aquí te vas a quedar para siempre. ¡Hijo de su pinche madre! Por suerte, no se quedó, pero cuando regresó con los cuates al desmadre, dijo amor amor y trabajo y comprensión y humildad y alguien que me explique qué chingaos es esto."

JOSÉ AGUSTÍN, (1973) Se está haciendo tarde (final en laguna).

(Esta, posiblemente, fue la primera vez que se mencionó al DMT y describen sus efectos en la literatura mexicana.)

domingo, 8 de mayo de 2016

Oliver Sacks escribe sobre las drogas.


Empecé con marihuana. Un amigo de Topanga, California, en donde vivía aquellos años, me ofreció un cigarrillo; lo inhale dos veces y me quedé estupefacto por lo que pasó después. Miré con fijeza mi mano, y parecía abarcar todo mi campo visual, haciéndose cada vez más grande mientras al mismo tiempo se alejaba de mí. Finalmente, me pareció que podía ver una mano alargándose por todo el universo, a años-luz de distancia. Aún se seguía viendo como una mano humana, pero de alguna manera también parecía ser la mano de un dios. Mi primera experiencia con la marihuana fue una mezcla de lo neurológico y lo divino. En la Costa Oeste a principios de los sesentas, el LSD y las semillas morning glory (Ipomoea Violacea) estaban disponibles ampliamente, así que probé ambas también. “Pero si quieres de verdad tener una fuerte experiencia”, me dijeron mis amigos de Muscle Beach, “prueba Artane.” Esto me sorprendió, pues por lo que sabía del Artane, era una droga sintética emparentada con la belladona, que era usada en dosis modestas (dos o tres tabletas al día) para el tratamiento de la enfermedad de Parkinson, y que éste tipo de drogas, en grandes cantidades, producían delirio (el mismo tipo de delirio observado tras la ingesta de diferentes plantas de la familia Solanaceae). Pero ¿sería el delirio divertido o informativo? ¿Se estaría aún en posición de observar y apreciar las maravillas del funcionamiento aberrante del cerebro? “Toma veinte pastillas y estarás todavía con control parcial de la situación” dijeron mis amigos. Así que un domingo por la mañana, conté veinte pastillas y  me las pasé tomando un vaso de agua, me senté y esperé los efectos. ¿Se transformaría el mundo, como uno nuevo, como Huxley lo describía en Las Puertas de la Percepción, y como yo mismo lo había experimentado antes con mescalina y LSD? ¿Habría sentimientos maravillosos que llegaban en ondas? ¿Habría paranoia, ansiedad? Estaba preparado para todo esto, pero nada de eso ocurrió. Tenía la boca seca, midriasis y me costaba mucho leer, pero fue todo. No hubo tampoco efectos físicos –de lo más decepcionante. No sabía exactamente que esperaba, pero esperaba algo. Estaba en la cocina, poniendo a hervir agua para preparar un té, cuando escuché que tocaban mi puerta principal. Eran mis amigos, Jim y Kathy; en ocasiones pasaban a mi casa los domingos por la mañana. “Pasen, está abierto”, les grité desde la cocina y ellos se instalaron en la sala de estar, “¿Cómo van a querer sus huevos?, pregunté. A Jim le gustaban tiernos. Kathy los prefería revueltos. 
Conversamos un poco mientras terminaba de cocinar –había una pequeña puerta  de vaivén que separaba la cocina de la sala de estar pero aún podíamos escucharnos con claridad.  Cinco minutos después, grité, “Está todo listo”, puse el tocino y los huevos en platos y caminé hacia la sala de estar –la encontré totalmente vacía. No estaba Jim, ni Kathy, ni había signos de que hubieran estado ahí. Me quedé tan impresionado que casi suelto los platos. Nunca se me ocurrió ni por un momento que las voces de Jim y Kathy no fueran reales. Tuvimos una conversación amistosa, una conversación ordinaria, como regularmente las tenemos. Sus voces eran las mismas de siempre; no había habido ningún indicio de que no había nadie hasta que crucé las puertas hacia la sala de estar y la encontré vacía. Toda la conversación, al menos las palabras de ellos,  habían sido completamente inventadas por mi cerebro. No estaba solo conmocionado, también estaba asustado. Con LSD y otras drogas,sabía lo que estaba pasando en todo momento. El mundo se veía diferente, se sentía diferente; cada característica se vivía de un modo especial. En cambio mi “conversación” con Jim y Kathy no tuvo ninguna calidad especial, fue totalmente común, con nada que lo identificara como una alucinación. Pensé sobre esquizofrénicos conversando con sus “voces”, pero típicamente las voces en la esquizofrenia son burlonas o acusadoras, no hablan sobre tocino y huevos o el clima. 
“Cuidado Oliver”, me dije a mí mismo. “Tómalo con calma, no dejes que te pase esto de nuevo.” Hundido en mis pensamiento, comí despacio mi desayuno (y el de Jim y Kathy también) y después decidí ir a la playa, donde seguramente vería a los reales Jim y Kathy y a otros amigos, disfrutaría de nadar y de una tarde ociosa.  
Estaba pensando todo esto cuando me di cuenta de un zumbido sobre mí. Me dejó perplejo por un momento y después me di cuenta que era un helicóptero preparándose para aterrizar y que dentro venían mis padres, quienes, queriendo hacerme una sorpresa, habían volado en desde Londres hasta Los Ángeles y después habían rentado un helicóptero que los traería a Topanga.
Me apresuré a tomar un baño, ponerme ropa limpia – lo máximo que podía hacer en pocos minutos antes de que descendieran. La vibración del motor se hizo más ruidosa, así que sabía que el helicóptero había aterrizado en una gran roca plana que estaba a un lado de mi casa.  Me apresuré emocionado hacia afuera, para saludar a mis padres –pero la roca está vacía, no había ningún helicóptero a la vista, el sonido de la máquina se había enmudecido abruptamente. El silencio y el vacío, la decepción, me redujo hasta las lágrimas. Había estado tan alegre, emocionado, y ahora me encontraba con la nada. 
Regresé a mi casa y puse a hervir más agua para otra  taza de té cuando mi atención se vio atrapada por una araña en la pared de la cocina. Cuando me acerqué a verla, la araña dijo “¡Hola!” no me pareció nada extraño que la araña me saludara. “Hola” contesté y comenzamos una conversación, mayormente sobre cuestiones técnicas de filosofía analítica. Quizás este tema fue propuesto por el comentario inicial de la araña: ¿Crees que Bertrand Russell exploró la paradoja de Frege? O quizás fue su voz –incisiva, acentuada, igual que la voz de Russell (que había escuchado por la radio, -pero también –graciosamente- como fue parodiado en Beyond the Fringe). Cuando, décadas más tarde, le conté esta historia a mi amigo Tom Eisner, un entomólogo, le mencioné sobre las tendencias filosóficas de la araña y sobre su voz Russelliana. Elasintió y dijo: “Si, conozco la especie.” 
Durante toda la semana, evitaba las drogas, trabajaba como residente en el departamento de neurología del UCLA. Estaba impresionado e influenciado, como había estado mientras era estudiante de medicina en Londres, por las diferentes experiencias neurológicas de mis pacientes, y me di cuenta que no las comprendía lo suficiente, o que no llegaba a un acuerdo con ellos emocionalmente, a menos que intentara describirlas o transcribirlas. Los fines de semana, en cambio, casi siempre experimentaba con todo tipo de drogas.  
En el verano de 1965, había terminado mi residencia en el UCLA y dejaría California, pero tenía tres meses libres antes de iniciar una investigación en Nueva York. Esta fue una etapa de deliciosa libertad, después de haber estado trabajando durante sesenta horas, en ocasiones ochenta, por semana. Pero no me sentía del todo libre, tenía una sensación de vacío y falta de estructura, no estaba trabajando –durante los fines de semanas, eran los días peligrosos, los días donde experimentaba con drogas, mientras vivía en California- y ahora tenía un verano entero en mi casa, en Londres, como un fin de semana de tres meses. 
Fue durante este tiempo en el que descendí en lo más profundo del consumo de drogas, ahora lo hacía durante toda la semana. Probé la inyección intravenosa, que nunca antes había intentado. Mis padres, ambos doctores, estaban ausentes, y teniendo la casa para mí solo, decidí explorar el gabinete de cirugía que teníamos en la planta baja, para celebrar mi cumpleaños número treinta y dos. Nunca antes había tomado morfina o ningún otro opiáceo.
Usé una jeringa larga -¿por qué molestarse con dosis bajas? Y después de acostarme en la cama, llené la jeringa con el contenido de varias ampolletas, inserté la aguja en una vena y me inyecté la morfina lentamente.  
Paso un minuto más o menos, cuando me atrajo un tipo de conmoción con la manga de mi bata, que colgaba de la puerta. Contemplé atentamente la bata que para entonces me parecía poderla ver a detalle, en miniatura como con algún tipo de visión microscópica y podía ver dentro de todo esto una batalla. Veía tiendas de campaña de diferentes colores. Había caballos, soldados, sus armaduras brillando al sol. Veía gaiteros con pipas, levantándolas con su boca, y después, muy débilmente escuché la inhalación también. Veía cientos, miles de hombres –dos ejércitos, dos naciones- preparándose para la batalla. Perdí la noción de que todo esto estaba en un punto de la manga de mi bata, que en realidad estaba acostado en mi casa, en Londres, que era 1965. 
Antes de inyectarme la morfina, estuve leyendo Chronicles y Henry V de Froissart, y ahora estas obras se convirtieron en mis alucinaciones. En la tienda de campaña más grande estaba Henry V en persona. No tenía noción en ese momento de que estaba imaginando todo o alucinándolo. 
Después de un rato la escena comenzó a desaparecer y quedé tenuemente consciente, una vez más, de que estaba en Londres, drogado, alucinando Agincourt en la manga de mi bata. Fue una encantadora experiencia, pero ahora había acabado. Miré mi reloj. Me había inyectado morfina a las nueve y media, ahora eran las diez. Me di cuenta de otra cosa, cuando me inyecté morfina, estaba anocheciendo, pero ahora no lo estaba y no se hacía más oscuro, sino más luminoso cada vez. Eran las diez, pero de la mañana del día siguiente. Había estado contemplando, sin moverme, mi manga por más de doce horas. Esto me impactó mucho, y comprendí que uno puede pasar días enteros, noches, semanas, incluso años, en el estupor del opio. Me aseguré de que mi primera experiencia opiácea fuera también la última. 
Cuando era niño, me había interesado en el estudio de la química, y tenía mi propio laboratorio. Cuando comencé mis estudios de medicina, había dejado el interés por esta materia. Cuando llegué a Nueva York y comencé a ver a mis pacientes en una clínica para enfermos de migraña en el verano de 1966 comencé a sentir de nuevo interés intelectual y emocional por esta materia. Fue con la esperanza de revivir estas emociones intelectuales y emocionales que comencé a utilizar anfetaminas. 
Las tomaba los viernes por la tarde, cuando regresaba del trabajo y después pasaba todo el fin de semana tan drogado que con el tiempo las imágenes y mis pensamientos se volvieron como algún tipo de alucinaciones controlables, inmersas en emociones extáticas. Un viernes en febrero de 1967, mientras exploraba la sección de libros raros de la biblioteca de medicina, me encontré con un volumen grande sobre la migraña llamado On Megrim, SickHeadache, and Some Allied Distorders: A Contribution to the Pathology of Nerve-Storms, escrito en 1874 por el médico Edwards Liveing. Había estado trabajando por muchos meses en la clínica para pacientes con migraña, y estaba a fascinado por la gama de diferentes síntomas y el fenómeno que ocurría tras los episodios de migraña más fuertes. Estos episodios a menudo incluían un aura, un pródromo en el cual ocurrían aberraciones de la percepción e incluso algunas alucinaciones. Eran totalmente benignas y duraban solo algunos minutos, pero esos pocos minutos permitían observar un poco el funcionamiento del cerebro y como
se podía quebrar y volver a reintegrarse. De este modo, sentía, que cada episodio de migraña abría una enciclopedia de neurología.  
Había leído docenas de artículos sobre la migraña y sus posibles bases, pero me parecía que ninguno representaba la entera fenomenología o el grado de profundidad que experimentaban los pacientes que sufrían esta enfermedad. Fue con la esperanza de encontrar un enfoque más humano, más profundo, más completo, que me topé con el trabajo de Liveing ese fin de semana  en la biblioteca. Así que después de ingerir las anfetaminas, éstas estimularon mi imaginación y mis emociones, el libro de Liveing parecía haberse incrementado en intensidad, belleza y profundidad. No quería otra cosa que entrar en la mente de Liveing y revivir la atmósfera de aquellos tiempos en los que él había trabajado. Entré en un tipo de concentración catatónica tan intensa que apenas había movido un músculo en horas, leí de corrido las quinientas páginas de Megrim. Mientras lo hacía, me parecía que me convertía en el propio Liveing y que atendía a sus pacientes como él lo describía. Por momentos no estaba seguro si estaba leyendo un libro o lo estaba escribiendo. Me sentía en el Londres Dickensiano de 1860s y 1870s. Me gustaba mucho la humanidad de Liveing y su sensibilidad social, su afirmación de que las migrañas no eran un tipo de indulgencia de ricos ociosos sino que podía afectar a cualquier persona, de cualquier clase social. En esos momentos pensaba, esta es la mejor representación de la ciencia y la medicina de la era Victoriana, ¡es una obra maestra! El libro me dio lo que había estado buscando durante meses. Había acabado frustrado por los escuetos artículos que existían en la literatura científica moderna sobre este tema.  En la punta de este éxtasis, vi a la migraña brillando como un archipiélago de estrellas en los cielos neurológicos.  
Pero había pasado un siglo entero desde que Liveing trabajó y escribió este libro en Londres. Dándome cuenta de nuevo que estábamos en 1960s y no en los 1860s, me pregunté a mi mismo ¿quién podría ser el Liveing de nuestros tiempos? Algunos nombres se me vinieron a la mente. Pensé en el médico A y en el B y en el C,  todos ellos buenos hombres pero ninguno tenía esa mezcla de ciencia y humanismo que era tan poderoso en Liveing. Y después una voz interna gritó “¡Eres tú, tú eres ese hombre!” En cada ocasión que bajaba después de dos días de manía inducida por anfetaminas había experimentado una fuerte reacción de otro tipo, sentía un tipo de decaimiento narcoléptico y algún tipo de depresión. También sentía una especie de vergüenza, de haber estado arriesgando mi vida para nada- las anfetaminas en dosis grandes como las que  tomaba me habían subido la presión hasta un radio de hasta 200. Mucha gente que había conocido, había muerte por sobredosis de anfetaminas. Sentía que había hecho un ascenso a la estratosfera y habría regresado con las manos vacías, con nada que mostrar. Pero en esta ocasión, cuando bajé del globo anfetamínico, mantuve ese sentido de iluminación, de que había tenido algún tipo de revelación sobre la migraña. También sentía una especie de resolución, estaba preparado para escribir un libro como el de Liveing, que quizás me convertiría en el Liveing de nuestro tiempo. 
Al día siguiente, antes de que regresara el libro de Liveing a la biblioteca, fotocopié todas las páginas. Después, poco a poco, comencé a escribir mi propio libro. La felicidad que obtuve haciéndolo era real –infinitamente más sustancial que la insípida manía causada por las anfetaminas- y nunca tomé anfetaminas de nuevo. Ф 
De Hallucinations, 2013. Por Oliver Sacks. 

jueves, 7 de abril de 2016

Primeros reportes sobre cannabis (I)

A principios del siglo XIX comenzaron a promoverse con mayor intensidad las propiedades terapéuticas del cannabis entre la comunidad científica de Europa y Estados Unidos. Los primeros reportes psicofarmacológicos fueron publicaciones de médicos y químicos que realizaban bioensayos con extractos comerciales de cannabis y también con extractos preparados por ellos mismos. Resulta muy interesante la descripción de los efectos subjetivos del cannabis en estos primeros reportes en los cuales en algunos casos se llegaron a probar por vía oral dosis realmente altas de extractos que derivaban en auténticas experiencias psicodélicas.

Los reportes de O'Shaughnessy en 1843, Aubert-Roche en 1839 y Moreau de Tours en 1845, entre otros, se cuentan entre los primeros publicados en la comunidad científica y también literaria. Otros reportes de científicos que siguieron su ejemplo son importantes por su detallada descripción de la experiencia: por ejemplo, a mediados del siglo XIX, el médico H.C.Wood Jr, de Philadelphia, que a finales de siglo se interesó principalmente en probar la actividad de cannabis cultivado en Norteamérica, publicó un artículo sobre los efectos que experimentó tras una toma de un extracto preparado por él mismo. Es curioso y aún más interesante pues en su reporte indica que utilizó para su extracto plantas macho que eran cultivadas para utilizar sus fibras en Lexington, Kentucky. Es decir, partió de una materia prima que se pensaría tendría mínimos efectos psicoactivos, sin embargo, su detallado reporte indica lo contrario.

A las 4:30 PM ingirió entre 1.2 gramos y 1.9 gramos del extracto. Aparentemente, había olvidado que había tomado el extracto cuando salió a atender a un paciente a las 7:00 PM, pero media hora después los efectos se hacían cada vez más evidentes y un sentimiento de hilaridad aumentaba rápidamente:

No era un sentimiento del tipo sensual, en el sentido ordinario de la palabra... no tenía conexión con ningún tipo de pasión o sentimientos parecidos. Era simplemente un sentimiento de felicidad plena interior, mi corazón parecía optimista frente a cualquier problema: todo mi sistema sintió como si cualquier rastro de fatiga se hubiera ido; la mente pasaba rápidamente del inicio de una idea a otra, aparentemente sin ningún vinculo entre uno y otro pensamiento. Me encontraba inclinado a reír, a hacer gestos cómicos... No hubo nada parecido a un delirio, ninguna alucinación que yo recuerde... Creo que eran las 8:00 PM cuando comencé a sentir entumecimiento en las extremidades, también un sentimiento de inquietud y malestar, y también miedo de haber tomado una sobredosis. De pronto comencé a caminar por la casa, sentí mi piel caliente y mi cara roja; mi boca y garganta estaban muy secas; mis piernas se sentían extrañas, como si no fueran parte de todo mi cuerpo. Me tomé el pulso y resultó 120, bastante fuerte... Empecé a tener episodios muy marcados en donde sentía una profunda conexión con el mundo exterior y mi ser... La duración de estos episodios fueron para mi grandiosos, aunque realmente solo duraron un par de minutos.
Los periodos de inconsciencia se hicieron en algún momento más largos y más frecuentes, y durante su ausencia mi inteligencia no era la mejor, aunque en el fondo pensaba que mi razonamiento y juicio eran claros. Después, el sentimiento opresivo de una muerte inminente se hizo más intenso. Bajo la influencia de un emético, vomité libremente sin que me provocara más náuseas y sin mucho alivio tampoco... Cuando desperté por la mañana, al día siguiente, mi mente se encontraba al principio muy despejada, pero minutos después los paroxismos, similares a los de la noche, se repitieron varias veces hasta casi terminar la tarde. Todo el día tuve algún tipo de anestesia en la piel. En ningún momento me provocó ningún efecto afrodisíaco. Hubo un marcado aumento en la secreción urinaria. No hubo efectos secundarios como náusea, cefaleas o estreñimiento.


El médico J. G. Wiltshire de Richmond, en 1879 publicó un artículo llamado "Personal experience in the effects of cannabis indica" en el que reportó su experiencia tras la ingesta de 15 gotas de un extracto de cannabis indica:

Recuerdo perfectamente todos los efectos que me produjo; incluso cuando me obsesioné con la idea de que mi muerte estaba muy cerca... Me sentí muy intoxicado, el cuerpo parecía crecer, sonidos indescriptibles llegaban a mis oídos; imaginé que los vientos del invierno azotaban mis ventanas y paredes. Sentía que mi memoria trabajaba mejor... Sentimientos afrodisíacos se apoderaron de mi; tan pronto como llegaron tuve un sentimiento de alarma y malestar... Mi corazón comenzó a latir temerosamente, pensé que se iba a desmoronar. Los cortos momentos me parecían horas... Ahora sentía que mi cabeza iba a explotar. Tuve conciencia de que mi existencia corporal me estaba dejando de alguna manera, aunque podía ver y sentir con mis manos mis extremidades bajas y pensé que estaban en perfecto estado, le expresé a mi médico que prefería no irme a dormir por miedo a no despertar más...  En algún momento sentí una sacudida por todo mi cuerpo... Después comenzó a mejorar todo y caminé alrededor del cuarto con un sentimiento de deliciosa tranquilidad, con pensamientos tan placenteros que les comenté a mis amigos, "esto es el verdadero éxtasis".
El médico D.P. Duncan en su artículo científico "Hashish or Cannabis indica" de 1882 para el Southern Practitioner en Nashville, Estados Unidos, reporta los efectos del cannabis al beber tres cucharadas de un extracto comercial. Cuatro horas más tarde, los efectos se comenzaron a manifestar:

Me encontraba tan mareado que no podía permanecer de pie, los condenados a los infiernos no pueden haber sentido terrores más agonizantes. Mi piel estaba ardiendo en calentura, el pulso era rápido que apenas podía medirlo, y una parálisis general tomaba posesión de mi cuerpo completo, especialmente sobre mi estómago... La cefalea más intensa acompañó todos los otros síntomas. Estuve en esta condición cerca de tres horas, concluyendo muchas veces que estaba muriendo, con los sentimientos más desagradables posibles, sin duda era mi destino final. Después de tres horas mi pulso volvió a la normalidad, la piel fresca y húmeda, y la parálisis fue desapareciendo. Más tarde pensé que de todos los mortales felices que han existido, yo debía de ser el dichoso más supremo. Vi las visiones más beatificas que nunca pude haber imaginado, las mujeres más hermosas, angelicales en sus formas físicas y mentales. Si todo el oro del templo de Salomón me hubiese sido ofrecido, no lo cambiaría por la perfecta felicidad que experimentaba en ese momento... Estas alucinaciones mentales duraron, supongo, de cuatro a cinco horas. Después vinieron los efectos secundarios, un fuerte dolor de cabeza que duró 48 horas y una terrible confusión mental... 

El extracto de la compañía Park Davis fue uno de los más utilizados para realizar
 los experimentos sobre la ingesta del cannabis.


Mario Manjarrez

Primera experiencia del Dr. Salvador Roquet con mescalina.

...La historia se remonta a una distancia de quince años (1956), cuando yo estaba en psicoanálisis. El doctor José Gutiérrez, colombiano, frommiano, quien era mi psicoanalista, en una ocasión me dijo: “Fíjese doctor Roquet que están haciendo unos trabajos en el sanatorio psiquiátrico Ramírez Moreno, de acuerdo con la tesis de un médico. Varios psiquiatras nos ofrecimos para que nos suministren alucinógenos. Usted sabe, hay la idea de que éstos pueden reducir el tiempo que dura el psicoanálisis”. Me invitó a participar en la experiencia y acepté. Se señaló la fecha. Como coincidencia, resultó ser un jueves de Semana Santa. Ese día, contrario a mi forma de ser respecto a la puntualidad acudí una hora antes de a la cita. Nunca lo olvidaré. Recuerdo que la avenida Universidad estaba sola, pues era Jueves Santo. En esa época el Sur de la ciudad era medio despoblado. La avenida Río Churubusco se veía muy sola. Era quizás una proyección de parte mía; también había una soledad tremenda. Recuerdo que llevaba un librito en la mano: Ética y psicoanálisis, de Erich Fromm. Entonces era un admirador de Fromm. Ahora ya no lo soy. Llegué al sanatorio y como no había nadie me senté en una banca de un camellón. Leía, o más bien estaba en una actitud de meditación, de soledad, porque así me condicionaba el ambiente. Vi como llegó gente al sanatorio. Poco después me hallaba con todo el equipo de psiquiatras. Yo no había desayunado. El doctor Gutiérrez, muy amable, me preguntó si permitía que los demás médicos observaran la experiencia. Le dije que no. Sólo aceptaba su presencia, y la persona que me suministrara el alucinógeno debía salir en seguida.
...No tenía idea del efecto de los alucinógenos. Escogí la vía intravenosa para que me inyectaran mescalina. No sé porqué lo pedí. Quizás por la actitud muy mexicana de razonar “si me han de matar mañana que me maten de una vez” o “lo que suene que suene”. Y mescalina por vía intravenosa más tarda en decirse que en sentirse su efecto. Pregunté que si podía estar acostado, temía caer y quise proteger mi persona física. Tendí mi brazo y de inmediato tuve una sensación parecida a la que produce un estado alcohólico. Después de esa sensación vino algo contradictorio: estaba despabilado, pude levantarme y sentarme. Tenía una gran curiosidad científica de ver qué cosas podía hacer. Tomé el libro para hojearlo. En el momento en que lo abrí y vi pasar sus páginas, de inmediato me sentí el libro; sus distintas hojas iban cayendo, cayendo y eran mis distintas personalidades, mis distintos yoes. Entré en el viaje. Empecé a conectarme y a desconectarme, y caía en una angustia que no sabía de donde venía. Preguntaba al psicoanalista si podía ponerme de pie, como si eludiera mi responsabilidad de hacerlo. Todo era muy consciente; sabía lo que hacía y sucedía. Me levanté y para sorpresa mía pude caminar a pesar de la sensación de vacío que experimentaba. Surgieron entonces molestias físicas tremendas que analizaba como médico. Al caminar se agudizaban. Me arrepentía de haberme ofrecido a la experiencia. Sentía que moría. Sufría una disnea terrible, fuego interno, palpitaciones extremas. Estaba asustado y me paseaba como león enjaulado. No me quejaba, ni decía que estaba arrepentido, pero lo pensaba. Parecía una bestia encerrada y aceleraba la marcha como si buscara una salida. Pasó esa etapa; tomé el libro y me acerqué a una ventana para intentar leer. Podía hacerlo, más no coordinaba las ideas. Apenas pasaba unas palabras olvidaba las anteriores y no lograba formar frases. Seguí analizando las cosas que podía hacer. Pedí un desayuno, papaya, huevos revueltos, café. Mientras me traían los alimentos dije al médico que deseaba hacer un experimento y le propuse jugar ajedrez. Empezamos; la salida fue perfecta. Siguieron los primeros movimientos muy bien. Pero cuando avanzaron las jugadas dije: “No tengo plan, no tengo programa, como nunca lo he tenido en mi vida.” Instantáneamente brotó la angustia. Vinieron desconexiones y situaciones de delirio. Fue algo semejante a lo que describió Aldous Huxley en Las puertas de la percepción. Vino un registro de tipo oriental, surgieron figuras geométricas, caleidoscópicas, en colores muy vivos y maravillosos, en movimiento y con formas increíbles. Eso se esfumó y brotaron alucinaciones que me desconectaban. Vi una figura semejante a las que pintaba Rembrandt, por su composición y colorido. Apareció en el cuadro una persona: era yo, sentado como si estuviese enjuiciado. Cerca había alguien: mi otro yo. Era un observador, un fiscal. Acusaba, juzgaba mientras el otro se debatía en una angustia espantosa. Me veía mesarme el cabello, mover la cabeza con desesperación. Decía al psicoanalista si todo eso lo había hablado o pensado. El aseguraba que lo había dicho, pues él lo anotaba. Yo comentaba que aquello era prodigioso y tenía que ser estudiado con un gran equipo. Tenía que grabarse, hacer todo registro. La experiencia valía la pena aprovecharla al máximo buscándole un fin. Decía esto en forma obsesiva...

Primero experiencia del Dr. Salvador Roquet con mescalina.

"...

viernes, 1 de abril de 2016

Sylvia Plath y el óxido nitroso

Esta mañana me han extraído mis dos muelas del juicio. Llegué al consultorio del dentista a las 9:00 AM. Rápido y con una profunda sensación de muerte inminente me senté en aquella silla sólo después de darle un vistazo rápido alrededor en búsqueda de instrumentos de tortura, cosas como un taladro o una máscara de gas. Pero no había nada de eso. El dentista me abrochó el delantal alrededor de mi cuello; yo me preparaba para que pusiera una manzana en mi boca y esparciera ramitas de perejil sobre mi cabeza. Pero no, lo único que hizo fue preguntarme "¿Prefiere gas o novocaína?" (Gas o novocaína. ¡Je, je! ¿Le gustaría ver lo que tenemos en el menù, my lady? Muerte por fuego, por agua, por bala o por la horca. Cualquier cosa para satisfacer al cliente.) "Gas", respondí con firmeza. La enfermera se coló detrás de mí y colocó la mascarilla de hule sobre mi nariz, con sus tubos apretando sobre mis mejillas. "Respira lentamente" El gas entró de forma extraña, repulsivamente dulce. Traté de no combatirlo. El dentista puso algo sobre mi boca y el gas comenzó a llegar en grandes bocanadas. Había estado mirando de forma fija la luz del techo. Tembló, se licuó, se rompió en pequeñas partes. La constelación completa de pequeños fragmentos irisados empezaron a oscilar ritmicamente en forma de arco, lento al principio, después más rápido y más rápido. Ya no intentaba con fuerza de respirar, algo bombeaba hacia mis pulmones, provocando una respiración difícil y entre cortada. Sentí mi boca resquebrajándose en una sonrisa. Así que esto era... tan simple, y nadie me había hablado sobre esto. Tenía que escribirlo, contar como es esto antes de que olvidara sus efectos. Veía mi mano derecha como la punta de un arco, curvada, pero tan pronto trataba de poner mi mano en otra posición, el arco se cambiaba de ese otro lado, ganando impulso. Qué listos, pensé. Se han guardado estos efectos en secreto, incluso no te dejarían escribir sobre esto. Y después estaba en un barco pirata, la cara del capitán me miraba con atención desde detrás del timón, mientras lo giraba y conducía. Después aparecieron columnas de hojas negras y verdes, y él decía en voz alta "Muy bien, ciérrala lentamente, lentamente." Después la luz del sol estalló en el cuarto a través de las cortinas venecianas; respiré hondo llenando mis pulmones de aire. Podía ver mis pies, mis brazos; ahí estaba yo. Trataba de regresar a mi cuerpo de nuevo... había un largo camino hasta mis pies. Levanté mis manos hacia mi cabeza, se tocaron. Todo había terminado... hasta el siguiente sábado.


De The Unabridged Journals of Sylvia Plath 1950-1962 

Walter Benjamin

"Para el que ha comido hachís, la eternidad no dura demasiado."

"Hay que ponderar sin prejuicios las ventajas de la degustación de hachís."


viernes, 25 de marzo de 2016

Fitz Hugh Ludlow sobre algunas de sus experiencias con hachís.

Llamo al hachís la droga del viajero. Todo el Oriente, desde Grecia hasta la China, cabe dentro del ámbito de una cultura, y para este viaje no hace falta llevar equipaje ni gastar; con seis centavos se puede adquirir boleto para dar la vuelta al mundo.

Después de las tormentosas visiones, vienen generalmente experiencias más calmadas, de tipo sedante y recreativo. Se desciende de las nubes o se asciende de los abismos a una tierra con agradables sombras, en medio de las cuales la vista puede descansar del esplendor de los serafines o de las llamas del infierno. Esta estructura encierra una sabia filosofía, ya que de otro modo el alma se consumiría por exceso del oxígeno.

Las ocasiones en las que el cuerpo y la mente parecían hallarse en condiciones absolutamente análogos y en las que las circunstancias externas e internas no delataban diferencia apreciable, con la misma dosis de hachís produce con frecuencia resultados diametralmente opuestos. Es más, en una ocasión ingerí 1.80 gramos de la doga y los efectos fueron casi imperceptibles, mientras que, con la mitad de la dosis he sufrido la agonía de los mártires o he gozado las delicias de la beatitud. Son tan variables los efectos que durante mucho tiempo he tomado esa substancia con plena conciencia de que me podía igualmente conducir al cielo o al infierno. A pesar de todo, la fascinación tenía a la Esperanza como ahogado, y las experiencias se sucedían sin cesar. 


De The Hasheesh Eater (1857), Fitz Hugh Ludlow.